Hasta este momento hemos observado el contexto de aquellos que viven bajo la influencia y el dominio de la dependencia. Mientras estemos en la era de la dependencia jamás seremos nuestras propias personas. Jamás lograremos ser lo que Dios ha puesto en nuestro corazón. Porque muy adentro de cada uno de nosotros anhelamos ser todo para Dios. Al descubrir los dilemas eclesiásticos y contradictorios que batallan contra los principios básicos de conciencia y aún de nuestra conversión, nos cuesta superarlos, porque el problema es como vemos el problema.
La realidad es que todos los contextos humanos (como los Concilios) tienen un alto grado de disfuncionalidad. Y si fuéramos a investigar los contextos bíblicos donde Dios actuó en forma extraordinaria, sería en medio de la adversidad. La acción de Dios se desplazó a través de seres mortales, imperfectos, y muchas veces en terrible agonía (Hebreos 11). Cada uno sirvió a Dios en circunstancias adversas y altamente contradictorias. Sin embargo, tenían una característica muy especial: no eran dependientes de las estructuras que los rodeaba. Actuaban independientemente con Dios, no con los hombres.
La respuesta a la dependencia es la independencia. En el contexto Hispano eclesiástico del Coloso del Norte, la independencia puede tener varias definiciones por parte de pastores que han tenido diferentes experiencias. Por ejemplo, hay muchos pastores y líderes importantes que están reaccionando a las injusticias. Buscan la revancha en la independencia como producto de rencor, ruptura, revolución, agresividad, resentimiento, enojo. Se separan del Concilio y se hacen «independientes» y terminan en libertinaje. Esa no es la independencia que debemos buscar porque su fin es una mala imitación de lo que pretendemos huir. Esta actitud solo nos elimina de la misión de Dios al mundo.
Otro grupo de pastores buscan la independencia de esos poderes que han limitado y hasta han saboteado, si acaso es posible, el plan de Dios para sus vidas. Romanos 8:28 afirma tanto la superintendencia de Dios en los asuntos rutinarios y extraordinarios que enfrentan al hombre: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es para los que son llamados conforme a su propósito.”
Todos los eventos en nuestra vida están al tanto de Dios, pero no debemos olvidar que el texto es una promesa condicional: Tenemos que amar a Dios. Si amamos al hombre y sus instituciones más que a Dios, no podemos afirmar con certeza que todas las cosas cooperan para bien.
Nuestra responsabilidad es amar a Dios con altura: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27).
Nuestro amor a Dios nos da nuevas vistas, nuevos horizontes, nuevas conductas, nuevas oportunidades. Tenemos que respirar aire puro que nos habilite a crear nuevos modelos de vida, de ministerio, de existencia. Cuando no amamos a Dios permanecemos en la era de dependencia humana. El modelo que nutrimos es el modelo que informa nuestra vida.
La literatura sugiere varios conceptos aplicables al desarrollo de nuestra vida ministerial:
1) La dependencia es el modelo de la era del “tu”. Estamos diciendo al Concilio: -Tú cuidas de mi, tú haces o no haces lo que debes hacer por mi, yo te culpo por los resultados. Trata con subsistencia.
2) La independencia, es el modelo de la era del “yo:” Estamos diciendo al Concilio: -Yo puedo hacerlo, yo soy responsable, yo me basto a mi mismo, yo puedo elegir.” Este modelo acompaña el grito victorioso de un preso político-religioso: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Entonces, ¿Cuál modelo informa mi vida?
En la próxima empuñamos la transición de la dependencia a la independencia. Este paso tan crucial insiste el desarrollo de dos características personales y cuatro relaciones dinámicas. Y están en la Biblia…
Me gustaría saber que piensas.