(Le invito a leer secciones editadas de mi libro a publicar “El Túnel del Tiempo de un Inmigrante”).
…El sábado fue otro día similar con preocupaciones; tratando de sortear, entender, procesar, buscar, afirmar el nuevo contexto. Era una experiencia diferente a mis otros viajes al extranjero: no había esa alegría, descubrimiento, desafíos placenteros. La realidad era una angustia que crecía cada día. Me percibía como que estaba frente un espejo empañado, difícil de aclarar, que estaba ante las complejas raíces de mi existencia humana. Sentía incapacidad de conocerme a mí mismo; como que tenía que elaborar una biografía prestada dentro de un paso errático estrenando una magnifica desorientación de identidad
Entonces como primeros auxilios y remedio personal, en forma sistemática me propuse dar continuidad a la lectura y reflexión de las Escrituras, especificarme los Salmos donde el escritor discute, habla y se queja y lamenta con Dios; ese era mi estado de ánimo. Al faltarme 12 días para mi regreso, pensé dedicar dos o tres Salmos por la mañana haciendo notas y reflejos anotándolos en un diario, como siempre fue mi costumbre hacer.
Los Salmos me daban esa ventana a la realidad de saber de Dios y al mismo tiempo me identificaba con las dificultades y conflictos contradictorios tan dramáticamente enunciados por aquellos que también “la pasaron”. Es una voz que reclama a Dios e insiste por respuestas que parecen siempre ser lentas, no llegan a la velocidad deseada. Fui nuevamente instruido que Dios obra en momentos difíciles y la batalla que siempre existirá. Fue mi ritual dedicado a guardar lo que quedaba de mi ser…
Al fin llegó el domingo y ya preparándome para ir a la Iglesia… salimos en taxi y llegamos a eso de las 10:30 horas a la calle Italia, el último vecindario donde viví antes de partir a California.
Al entrar al santuario y ver a la congregación de inmediato me sorprendí de que la mayor parte de los presentes que tenían memoria de mí eran personas ancianas… había pasado tiempo. Otra vez quería hacer sentido de ese paso del tiempo; yo no tenía canas, pero sumaba años y no me daba cuenta. Fue así como el concepto del túnel de tiempo surgió en forma despiadada rompiendo 30 años de exilio. Y aunque uno se imagina que las cosas cambian por el pasar del tiempo, nada es más punzante que cuando enfrenta la realidad de su propia historia fugaz. Sentía un desbalance, un nivel de irresolución, completamente foráneo a previa experiencia. Y la costumbre del saludo argentino de dar un beso en las dos mejillas, simplemente fue ¡desconcertante!
Todo era nuevo, diferente; fue difícil ubicarme. El pasado, como que se fue y el futuro todavía no está y el presente se convierte en el pasado aun cuando trato de entenderlo. Como relámpago instantáneo que explota brillante en la noche y expira. Quizás el tiempo no pasa, uno pasa. Todo esto creó una medida existencial; pese a tantas cosas en mi vida, no lograba percibir, muchos menos percatar o descifrar, el impacto del supuesto laberinto del tiempo que “es de uno y es de todos”.
…El sábado fue otro día similar con preocupaciones, tratando de sortear, entender, procesar, buscar, afirmar el nuevo contexto. Era una experiencia diferente a mis otros viajes al extranjero: no había esa alegría, descubrimiento, desafíos placenteros. La realidad era una angustia que crecía cada día. Me percibía como que estaba frente un espejo empañado, difícil de aclarar, ante las complejas raíces de mi existencia humana. Sentía incapacidad de conocerme a mí mismo; como que tenía que elaborar una biografía prestada dentro de un paso errático estrenando una magnifica desorientación de identidad
Entonces como primeros auxilios y remedio personal, en forma sistemática me propuse dar continuidad a la lectura y reflexión de las Escrituras, especificarme los Salmos donde el escritor discute, habla y se queja y lamenta con Dios. Al faltarme 12 días para mi regreso, pensé dedicar dos o tres Salmos por la mañana haciendo notas y reflejos anotándolos en un diario, como siempre fue mi costumbre hacer.
Los Salmos me daban esa ventana a la realidad de saber de Dios y al mismo tiempo me identificaba con las dificultades y conflictos contradictorios tan dramáticamente enunciados por aquellos que también “la pasaron”. Es una voz que reclama a Dios e insiste por respuestas que parecen siempre ser lentas, no llegan a la velocidad deseada. Fui nuevamente instruido que Dios obra en momentos difíciles y la batalla que siempre existirá. Fue mi ritual dedicado a guardar lo que quedaba de mi ser…
Al fin llegó el domingo y ya preparándome para ir a la Iglesia… salimos en taxi y llegamos a eso de las 10:30 horas a la calle Italia, el último vecindario donde viví antes de partir a California.
Al entrar al santuario y ver a la congregación de inmediato me sorprendí de que la mayor parte de los presentes que tenían memoria de mí eran personas ancianas… había pasado tiempo. Otra vez quería hacer sentido de ese paso del tiempo; yo no tenía canas, pero sumaba años y no me daba cuenta. Fue así como el concepto del túnel de tiempo surgió en forma despiadada rompiendo 30 años de exilio. Y aunque uno se imagina que las cosas cambian por el pasar del tiempo, nada es más punzante que cuando enfrenta la realidad de su propia historia fugaz. Sentía un desbalance, un nivel de irresolución, completamente foráneo a previa experiencia.
Y la costumbre del saludo argentino de dar un beso en las dos mejillas, simplemente, ¡desconcertante!
Todo era nuevo, diferente; fue difícil ubicarme. El pasado, como que se fue y el futuro todavía no está y el presente se convierte en el pasado aun cuando trato de entenderlo. Como relámpago instantáneo que explota brillante en la noche y expira. Quizás el tiempo no pasa, uno pasa. Todo esto creó una medida existencial; pese a tantas cosas en mi vida, no lograba percibir, muchos menos percatar o descifrar, el impacto del supuesto laberinto del tiempo que “es de uno y es de todos”.