Le invito a leer secciones editadas de mi nuevo libro a publicar, “El Túnel del Tiempo de un Inmigrante.”
Todo inmigrante tiene una historia. Cuando al fin decidimos contarla dependemos de nuestra memoria “imperfecta,” llena de lagunas mentales y vacíos causados por el tiempo, la distancia y los sentimientos.
Es extraordinario que se pueden sumar recuerdos que tienden, ya sea a cambiar, o se mantienen estables en el trascurso del tiempo. El recordar” siempre está incrustado en una historia en desarrollo. La vida continúa arrastrando memorias con el paso de los años donde identifica, califica y reinterpreta como una historia que evoluciona con aquellos que la recuerdan. Es a la vez tanto un acto personal como un acto social.
En ciertos momentos parece que olvidamos mucho más de lo que recordamos. También diferentes personas recuerdan las mismas cosas de manera muy diferente. La memoria nos juega malas pasadas, de modo que incluso cuando estamos seguros de que nuestros recuerdos son correctos, resultan ser dudosos o falsos. Y en ciertos casos se puede recordar cosas que nunca sucedieron.
Por otro lado, también sabemos por experiencia que, para la mayoría de los propósitos cotidianos, la memoria es lo suficientemente confiable. La sociedad humana no podría sostenerse de otro modo. Si reflexionamos sobre ello, acertamos que los recuerdos pueden sobrevivir con un grado considerable de precisión durante un largo período.
Por lo tanto, admitiendo que la veracidad de la memoria autobiográfica no es precisa, igual es verdadera. Los recuerdos autobiográficos van acompañados de imágenes que incluyen rostros y pasiones que aportan detalles específicos del mismo tipo que nos pueden llevar a juzgar que, un hecho recordado, ocurrió en oposición a sólo pensarlo.
Estamos ante la memoria autobiográfica con todos sus apropiados altos y bajos, certezas y ambigüedades correspondientes. Inevitablemente codea la auto ficción como un aliado de la esperanza, acompañado con una serie de diálogos que iluminan, aclarecen y describen el momento vivido.
Leí por algún lado, no recuerdo, que la vida es memoria, la memoria son historias, y las historias son interpretaciones de los hechos. Al fin de cuentas, la realidad histórica autobiográfica descansa en que, como dijo María Ramón del Valle-Inclán, “nada es como es, sino como se recuerda”.
Me gustaría saber tu opinión.
Escríbeme: ezone@facultad.edu