¡Viva Perón!

(Le invito a leer secciones editadas de mi libro a publicar “El Túnel del Tiempo de un Inmigrante”).

Había ambulado por la ciudad unos días y me pareció apropiado ir al cementerio, me hacía falta. Se trataba de una identificación con mi abuelo quién fue importante en mi niñez.

El falleció el 12 de septiembre de 1967 a los 86 años y fue sepultado en Mar del Plata. Nunca me dieron datos completos de su muerte y Tía era muy ambigua y por más que le preguntaba me esquivaba por razones que jamás logre entender.

Solo se por boca de otros y por correspondencia antigua, que el final de sus días negaba a tomar medicinas, estaba ciego, y había perdido mucho peso. En sus últimos años fue reconocido y respetado públicamente por dirigentes de muchos establecimientos y personajes de la ciudad en general y de en forma especial por las iglesias evangélicas que en ese momento todas había usado el plantel para conducir sus servicios ya sea en Alberti o en Italia hasta que conseguían su propio lugar.

Está el episodio que por equivocación salió un anuncio en los periódicos sobre la defunción de  Enrique Andrews. Muchos comenzaron a llamar y aun llegaban a la casa dándose el susto de hablar con un muerto. Entre los que llamaron fue el Pastor Rolls. Estos dos no se llevaban muy bien… asuntos de dos ingleses y dos iglesias…

Al fin Rolls llamó para dar su pésame y ¡el abuelo contesta el teléfono! Intercambiaron palabras y al fin Rolls termina la conversación con la siguiente frase:

—We fight, but we love! (¡Peleamos, pero nos amamos!)

Al fin del episodio resultó ser que el difunto recién había llegado a Mar del Plata y que se llamaba Enrique Andrews.  

Sobre los elogios, tengo una nota muy peculiar en los archivos de la familia que dice en su muerte aún la Iglesia Católica lo reconoció. La nota/aviso dice en parte: “Roguemos por nuestros difuntos… celebrando el sufragio de los fallecidos… incluyendo el Alma de Enrique Andrews:”. No sé qué pensaría el abuelo de eso, pero nos damos cuenta de que la historia y Dios nos vindica.

Una nota más: Además de ejercer el pastorado pionero, fue profesor de inglés en el Colegio Nacional por varias décadas donde acumuló historias y múltiples episodios humorísticos que ocurrían a diario especialmente con el señor Rector Calleja, todo un personaje que visité con mi prima Cristina. Entre muchas historias, ésta es mi preferida:

Resulta que era costumbre cobrar el sueldo de profesor a fin de mes. Y en una ocasión recibió la mensualidad el 15 del mes. El abuelo sorprendido fue con Calleja y le dijo que ya había cobrado el mes pasado y que no entendía lo que suponía pudiese ser un error o adelanto. La conversación fue muy interesante cuando Calleja le dijo que no había ninguna equivocación y que no era un adelanto y que estaría recibiendo dos pagos mensuales. Sorprendidísimo el abuelo pidió algún tipo de explicación. Calleja le dijo:

­—Señor Andrews: ¡SILENCIO! y ¡viva Perón!

Un acto de semejante magnitud debería haber preocupado a la nación, pero no. El pensamiento nacional permitía corrupción en tantos niveles que al fin de la historia, el abuelo cobró dos sueldos mensuales por varios años así como dictó Perón.

Dijo Borges que “el argentino suele carecer de conducta moral pero no intelectual; pasar por un inmoral no le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama viveza criolla.”

¡Lo cómico es que el abuelo nunca fue peronista!

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